

Archivo de arte sonoro realizado en Snap!, titulado Historia de amor con alfiler.
Objeto como mercancía: valor de uso y valor de cambio
La primera aproximación al objeto, sin ninguna duda, es de Marx, porque es la que prevalece en nuestro mundo, y es que el objeto es una mercancía -y, a día de hoy, cualquier cosa o proceso ha llegado a ser objeto y a objetualizarse porque cualquier cosa ha llegado a ser mercancía. Hasta tú y yo. Hasta el formato de esta letra. Éste es el lugar clave, según este sitio web, donde Marx desarrolla las ideas de valor de uso y valor de cambio.
Y este otro artículo habría que leerlo también, lo tengo como tarea pendiente, pero a continuación expongo cómo lo entiendo de momento:
Valor de uso es el valor de ese objeto en sí mismo, por ejemplo, el valor de un peine de plástico cuando estás en mitad del desierto y no tienes más que ese peine es inconmensurable (si no, se te formará una mata de pelo mezclada con arena que será una tortura). Valor de cambio es el valor que tiene cada cosa por su conversión en dinero, es decir, en el equivalente que se establece que vale en fuerza de trabajo y proporción de capital invertido en él solo para su creación. Así, el valor de cambio de este peine es pequeñísimo, porque hace falta muy poco (un chorro de plástico y un par de máquinas y mano de obra casi sin cualificar) para producirlo, y a esto se suma el beneficio que la marca de este peine obtiene de su venta para generar el precio, que es lo que constituye su valor de cambio final. No sé qué dice de la importancia que tenemos los consumidores a la hora de fijar ese precio, es decir, del número de peines que se requieren y el número de peines ya existentes así como su duración, pero esto último (la duración de las cosas) debería ser otro concepto clave…
El precio es el dinero, el gran equivalente de todo con todo, la cantidad, el gran transformador de todo a algo común… Aquí explica Marx los conceptos de valor de uso y valor de cambio con detenimiento, ya al principio de su Tomo 1 del Capital. Es un texto complejo y, también, como la Crítica de la Razón Pura de Kant, expuesto de forma bastante enredada.
Nota: lo que dice Marx es muchísimo más complejo que todo esto, y también que lo que la IA dice que dice. Según la IA:
Valor de uso: utilidad o capacidad de un bien o servicio para satisfacer una necesidad humana. Cualidad específica que hace que una mercancía sea valiosa para el consumidor (que es como la IA llama al ser humano). Dicen la IA y Marx que “El valor de uso se crea en el proceso de producción, a través del trabajo que transforma los materiales en bienes útiles”, sin embargo hay objetos que tienen valor de uso sin haber sido objeto de procesos de producción.
Valor de cambio: El valor de cambio es la relación cuantitativa entre diferentes mercancías en el proceso de intercambio. Es la cantidad de una mercancía que se puede intercambiar por otra, o la cantidad de dinero que se debe pagar por ella. El valor de cambio se determina por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir la mercancía; se basa en la cantidad de trabajo humano que se invierte en la producción. (Aquí le falta a la IA, según creo, hablar de la plusvalía puesto que ya habla de cantidad de dinero a pagar…)
Objeto como objeto técnico.
Esta idea, que viene de Simondon, es otra raíz importantísima de nuestro pensamiento, y subraya algo casi evidente también: el mundo que nos rodea es en su mayor parte un mundo construido por el ser humano para el ser humano. Los objetos tienen una medida humana, están situados (y adquieren su significado) en entornos humanos y sólo en el marco de la lucha del ser humano por la supervivencia pueden ser entendidos. El peine que no es espina de pescado está hecho por el ser humano, tiene una medida adecuada a la cabeza humana en la que está el pelo, se encuentra en el lugar donde el ser humano tiene oportunidad de verse a sí mismo para poder peinarse o donde puede ser peinado. Pero además, y esta es la contribución de este otro genio a la sombra del anterior, estos objetos técnicos no son algo inerte, sino que forman parte de un sistema (un conjunto de elementos interconectados entre sí que sólo adquieren sentido en función de su interconexión) constituido por ellos mismos (no humanos), las entidades no concretas de las que forman parte (por ejemplo, las fábricas de peines y sus localizaciones, o los peines reales en sus casas, o la evolución del objeto “peine” a lo largo del tiempo) y los humanos (nosotros).
Aquí, también, las simplificaciones y malinterpretaciones de los contenidos iniciales serán múltiples… Éste podría ser un artículo que me leería si tuviera tiempo. Como no lo tengo, me quedo con mis ideas en borrador, pero lo que sí tengo clarísimo es la necesidad de este Manifiesto.
Manifiesto por los objetos.
¡Por una nueva enciclopedia de los objetos!
Artistas…
¡Encontrémonos en las cosas!
¡Busquemos el valor de los objetos!
Esta es la más urgente de las tareas, y, dado que hemos sido injustamente excluidos de este máster donde se decidirá el camino de la recuperación (¡Como si la mirada del artista no fuera de primera necesidad!), tenemos que llevar a cabo el camino por cuenta propia…
No el carácter supervivencial de los objetos; no su modo de existencia en los sistemas de humanos y no humanos; no su valor de uso; no su valor de cambio; no su historia a través de los tiempos; no la historia de su producción; no su calidad (¡o valor también!) estético; no su adecuación a lo que queremos para ellos, y menos que nada su sostenibilidad, palabreja que no nos gusta a nosotros, que nos sabe mal, nada de eso...
Busquemos su verdad fuera de los contextos sociales y de producción. Busquemos en nosotros (como humanos generalizables, pero sólo en nuestro aquí y ahora), en nuestra existencia personal, particular (compartida por todos, sin embargo).
¡Busquemos su poesía!
¡Cantemos decididamente a los objetos!
¡Hagamos una enciclopedia de los objetos, y habremos, además, establecido el necesario puente con el vertedero!
El puente, tambien, entre la vida y la muerte.
Artistas: no seamos, una vez más, cobardes. Hablemos de lo que no sabemos, porque ¿qué genera tanta discreción en el mundo académico? ¿El respeto? ¡Qué va! El miedo al ridículo. Grandes integradores de nuestra Era, llamados a desempeñar un papel relevante: ¡Avancemos con valentía cantos a las mondas de naranja, a ese resto de nube en el cielo, al bolígrafo, a la bolsa de pipas y a la bolsa de las fosas Marianas o como se llamen! ¡Fuera el estúpido sentido del ridículo! Esa bolsa que se ha encontrado en lo más hondo de la sima más honda de la Tierra merece un poema, un vídeo, una conmemoración sentidísima, un grito, un socorro estremecido cantado por un boquerón… ¡Y nosotros en silencio! Ay, boquerones todos… ¿Qué hacemos? ¡Nada importante!
Ese sería el sentido de lo que nos propondríamos en este proyecto de final de semestre de Cuerpo y género.
- Partiríamos de una noción de “objeto” ampliada, y de una clasificación en la que, (¡Oh, pobre IA!), se superpondrían no sólo las categorías, también incluso los criterios. Objeto-cosa como alfiles, objeto-humano como madre, objeto-animal como toro, objeto-palabra y su representación en la imagen… Siempre, eso sí, serían objetos plásticos o sonoros, sensuales en suma, no iaianos.
- Lo miraríamos como si no tuviera nada de lo señalado en rojo. Lo que evoca su tamaño, su color, su forma, su olor, su tacto, su presencia.
- No lo vemos en sistemas humanos, pero lo vemos como humanos. Por eso, lo personificamos. ¡Al máximo con la personificación! Es que, realmente, la personificación no está falsada, por tanto puede ser una aproximación más que nos lleve a la verdad.
- La negación de todo lo rojo nos abre la mirada.
- No vemos el valor de uso de las púas del peine, podemos pensar que nos pinchan; que son cuchillos; que son dientes de su cuerpo, unos dientes que él tiene, el pobre, tiene derecho a tener dientes…
- No vemos el valor de cambio del peine. Nos da igual que sea un “churro” de peine; es más, su historia desgraciada (las púas que ha perdido; el plástico desgastado o irregular; su mala calidad; el que haya sido encontrado en el basurero etc.) es una ocasión para ensalzar a nuestro peine. ¡Querido peine roto! ¡Peine triste del vertedero, que añora esa cabellera dorada de los cuentos del norte, las oscuras ondas, lo inextricable de las cabelleras de Zanzíbar o las que se extienden lisas en oriente! Etcétera.
- El trabajo no está hecho, porque hay que integrar palabra, sonido y discurso de hoy, y meterlo en todos sitios, en redes y anuncios. No es repetir, es retomar.
- No miramos la genealogía de los peines, ni hacemos historia, ni pensamos en su contexto social o cultural. Solo existimos tú, peine, y nosotras. Nosotras y tú, a solas. Hemos echado de la habitación a todos. Pero no vamos a tocarte con los dedos fríos del formalismo, vamos a estrecharte con todo el calor de nuestro aquí y ahora, y también de nuestra biografía, que es nuestra única ciencia. En otras palabras: desde nuestro propio cuerpo hecho polvo y convertible en ídem abriremos las puertas a todo lo que vayas escribiendo en nosotras, peine, afectadas y afectantes tuyas…
- No pediremos nada al peine. No queremos que seas un diamante. No te queremos de diamante, peine. Sólo queremos que haya un encuentro, puede que torpe, puede que desmañado, puede que desubstanciado, pero ahí tenemos otro nuevo valor: el valor de hablar.
- El valor de contarle al mundo ¡Aquí estamos tú y yo, peine, en condiciones de igualdad no mediada!
- Tú, peine, reivindica tu existencia; el carácter casi imperecedero de la materia que sustenta (decía Marx) tu valor de uso; decimos nosotros, la Vida en la Tierra con Mayúsculas. Nosotras, humanas, la nuestra, única, insustituible, el sitio exclusivo que soy ahora y aquí… El que yo tengo mi exclusiva.
- Una historia de amor que producirá envidias. Como la pluma del tocado de la persona de la tribu indígena.
- Una historia de amor tan anodina como todas; como casi todas, salvo la propia; como casi todas, salvo las ajenas que representan la propia.
- Buscamos contribuciones, no “me gustas”. Buscamos desesperadamente contribuciones de lo único que tenemos, el cuerpo y su biografía, no para incrementar -el incremento es siempre cuantitativo- ningún supuesto valor -el valor es ahora también cuantitativo-: tampoco para ensancharnos, que sería buscar más valor espacial. Tampoco para descomprimirnos. ¿Para qué entonces? Para tenernos todas, todos en todo… Para tenernos. Para restituirnos. Y para que sobrevivan los pájaros (Ay, Cambridge, tú dirías que esto último “no es relevante”. “No es relevante” nada en este artículo. Cero, cero, cero y cero. En extensión, cero. En organización, cero. En relevancia, cero. Toma cero. Toma cero y toma cero. Dame cero, que al fin y al cabo “cero” es el cincuenta por cien de la virtualidad, Campuente). Y para restituir el valor de contarle al mundo en modo sin censuras.
- Objetivo: volver al valor antes del uso.
- Mi compañera a la que adoro y yo hemos empezado por: alfileres; toro y un corto etcétera… el amor a unos cuantos objetos. Y este es el archivo que tenemos para amar a nuestros alfileres (que, también, somos nosotras, porque nos vamos a convertir en ellos).
Debatcontribution 0el Historia de amor con un alfiler
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Hola, compis. Ésta es la iteración de mi Performance. No sabía cómo darle salida, hasta que me ha surgido esto. Lo siento por la demora, y mil gracias por los comentarios.
Un saludo.
Otra Úrsula…He tenido que leer tu texto sentado y con una manta doblada bajo la cabeza, por si me daba vértigo tanta lucidez.
Tu “boca arrugada que no busca compasión” habla como si la compasión ya la hubiera superado por cansancio. Y el texto no es que sea textual, es que es crudo, bello, afilado, y tan en forma comparsa que en algunos momentos he tenido que comprobar si me estaba saliendo una tos productiva o simplemente era emoción acumulada.
¿Y los dibujos? Plásticos. Literal y figuradamente. Diagramas que no explican: acompañan. Como los buenos amigos. O las cornejas gallegas.
Y luego están esas frases…“No me espera nadie al final del camino.”“Me recorre una angustia gris.”Tú las sueltas con esa frialdad demoledora, y no sé si llorar o aplaudir con las costillas.Porque ahí, entre tanto sarcasmo, ironía, desgarro y prótesis reciclables, se te cuela otra poesía.Una poesía que no necesita pedir permiso para emocionarnos.Y sí, cuando empezaste a llorar, se me cayó el alma al suelo. Luego la recogí con un pañuelo usado y seguimos leyendo. Porque esto no es cómodo. Es vivo.Y tú, Úrsula, estás viva como un petardo en Semana Santa.
Gracias por escribir algo que no solo se lee, se sobrevive
Guille
Muchas gracias, Guillem. Me vuelvo a reír contigo. Muchísimas gracias por lo del petardo de Semana Santa. Y por llorar conmigo. No creas, Guillem, es como me siento de verdad. Es como lo veo todo muchas veces, sobre todo cuando mis hijos están demasiado metidos en sus trabajos y me dejan sola. Por cierto, tú no eres muy bueno respondiendo WhatsApps tampoco ehhhh